El mundo entero está sacudido por una ola de corrupción como pocas veces se ha visto.[1] Tal vez no tan pocas. Alguien señalo el pecado original en la ambición y el egoísmo, pilares de esta ola de robos y saqueos a las arcas públicas. El ser humano ha robado desde que es ser humano. Ha querido pavonear, más allá de sus competencias sexuales, acto en el cual el resto de las especies vivas también compiten, nunca de forma tan sucia y repelente como lo hacemos nosotros. La corrupción domina las razones para decidir por una opción política o por otra. Quien logra adeptos es quien se promociona como incorruptible, pero tras esa promesa… a veces no hay nada más.

Las ideologías están desapareciendo y en esa ausencia de ideas se esconden nuevos partidos políticos que lo único que prometen es acabar con la corrupción. Con eso parece estar todo hecho y dicho. Lo que debiera ser un acto normal en cualquier actividad social, como es esencialmente la política, se convierte en un acto extraordinario de salvación de la comunidad.

La corrupción ha venido a engalanar portadas de periódicos que ahora ya no tienen que buscar otras noticias, sino perseguir, poco porque están a flor de piel, a los últimos ladrones encontrados en cualquier tugurio de lo público. Otra de las consecuencias de la corrupción es el deterioro imparable de lo público frente a una revitalización insolente -ante la opinión pública- de lo privado.

A pesar de todo el ruido, de toda la alharaca, son muy pocos los corruptos que están en la cárcel. Delitos de millones de dólares siguen el tortuoso camino de una justicia lenta con ellos y muy eficaz con quienes micro trafican, roban en supermercados, o esconden algún pan debajo del brazo antes de llegar a casa. La sensación es que la corrupción también llegó a los palacios de justicia, quienes esconden su complicidad condenando delitos “menores”.

Tras todo eso  total ausencia de propuestas, pintando autobuses con caras de corruptos y vaciándolos de ideas… salvo los que tienen a dioses castigadores por bandera.

Ni una sola línea en los medios de comunicación sobre programas, cambios, o innovaciones sociales, frase tan de moda y tan vacía como de moda.

Existe una pequeña ventana que nadie quiere abrir: repensar la cultura como forma y modo de restablecer diálogos sociales. De generar encuentros entre lo público y lo privado, entre quienes siempre hablaron (familias de poder) y los que nunca lo hicieron  (no hace falta paréntesis). Entre las formas de la economía tradicional de gobernar, con recortes, con sufrimientos en la distribución del gasto, y las nuevas formas de generar economías solidarias. El foro de NESI[2] ha dejado muchas ideas de las que los periódicos no han podido dar cuenta porque estaban denunciando a la última corrupta encontrada encima de una mesa llorando lagrimas de cocodrilo frente a unos micrófonos insaciables de eso… de lágrimas de cocodrilo que se van a quedar en nada. Ni siquiera unos añitos de cárcel.

La cultura nos prepara y nos empuja a encontrar formas diferentes de vivir. No es lo mismo la mirada antes o después de Picasso, no es lo mismo la palabra antes o después de García Lorca, no es lo mismo habitar un espacio antes o después de Oscar Niemeyer, no es lo mismo el oído antes o después del jazz… no es lo mismo vivir sin creación y pegado a lo más insano del ser humano,  que tratar de volar y encontrar en otros lugares espacios de cercanía con el otro, con un otro que también vuela, que también quiere salir de este mierdero en el que se empeñan en meternos cada día.

Recuperar la cultura como forma de pensamiento, la cultura más allá de sus manifestaciones artísticas, repensar el valor del ser humano más allá de su precio. La famosa diferencia entre valor y precio.

Recuperar la cultura como forma de vida, dando por supuesto que quien se lleva el dinero público a su bolsillo debe ir a la cárcel, sin perdón. No haciendo de ello una ideología que triunfe en las urnas. Construyendo formas de mirar el complejo futuro que nos queda por vivir, formas capaces de entender que la estética, la inclusión de las diferencias y la trasformación de los modos de distribuir la riqueza son espacios de cultura, entendida como la capacidad de estar juntos y  generar procesos de encuentro y convivencia.

La famosa frase que dio la vuelta al mundo “es la economía estúpido” ha tenido su aplicación más dolorosa en la elección de un estúpido por culpa de la economía.

Ojalá devolvamos a la política la inteligencia y uno de los caminos para hacerlo es sin duda repensar el quehacer de la cultura en la construcción social.

[1] http://www.hipernova.cl/LibrosResumidos/Historia/LosRomanos/PublicoPrivadoAntiguaRoma.html

http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20120803/54331562523/historia-de-la-corrupcion.html

[2] http://neweconomyforum.org/es/