Imposible no hablar del cambio de poder en España y en Colombia. Razones muy distintas, consecuencias muy parecidas. Un tema me preocupa en ambos casos. La cooperación cultural. Que tontería ¿verdad? pudiendo preocuparme de los casos de corrupción, de las trabas para la independencia de los tres poderes, de la coordinación con otros partidos políticos, o de si tal vez habrá algún puesto en algún lugar para algún conocido.

Pues no, va y me preocupa la cooperación cultural. Qué van a hacer con el ministerio de cultura en ambos países. Qué van a hacer con las relaciones entre la cultura, la ciencia y la educación, qué van a hacer con los nuevos ejes de la industria del conocimiento y sus contenidos. Qué van a hacer en sus relaciones culturales con vecinos de territorio y vecinos de historia, qué van a hacer para mejorar las condiciones de los sectores implicados. Qué van a proponer para cooperar en procesos como la libre circulación de los productos culturales. Como la mejora de servicios culturales conjuntos. Qué va a pasar con los derechos de autor y los soportes digitales, qué van a hacer con la creación de nuevas plataformas de productos culturales, o vamos a seguir sin tener plataformas conjuntas. Qué va a pasar con los cientos o miles de artistas que salen de nuestras escuelas de arte y entran en la desesperación por ausencias legislativas que permitan mejorar el empleo de los creadores. Qué vamos a hacer frente al desconocimiento total de la cultura de los vecinos de historia,  latinoamericanos, o ibéricos.

La cooperación cultural ya no es dar un poco de dinero para hacer proyectos. Ya no es ayudar como países donantes y receptores. Es un reto de inserción en los nuevos modelos de crecimiento; en las maneras del siglo XXI de promover innovación y creación; en las maneras de generar nuevos empleos, nuevas formas de construir la vida digital. Una vida digital cada vez más presente en  nuestros jóvenes. Los software que usamos son de otros, los hardware que usamos son de otros, las memorias que nos ayudan a recuperar nuestra memoria son de otros. ¿Alguna vez vamos a tener un proyecto de futuro… o seguiremos legislando pasados, cosa imprescindible, pero insuficiente, y sin proyectar esos pasados a un futuro conjunto?

Los ministerios de cultura se ocupaban de los toros, y le subían el IVA al cine. Se ocupan de que los jóvenes leyeran aunque no quisieran y no le proponían a las editoriales nuevas formas de circulación del libro. Los ministerios de cultura tenían unas direcciones de relaciones internacionales que no hablaban ni siquiera con sus cancillerías. Los ministerios de cultura seguían colgados de un siglo XIX que nunca supo hablar con el XX y que no se enteró de que estábamos en el XXI.

Ya es hora de buscar gente que entienda que la cultura es otra cosa muy diferente a lo que estaba en los gobiernos anteriores. Uno que se fue por tiempo y otro al que echaron a tiempo. Colombia y España pueden marcar el ritmo de un nuevo caminar en este sector. Ojalá no vuelvan a perder el paso.