Podríamos haber empezado por José Luis o José María,  Felipe o Adolfo, ( me ahorro Leopoldo)   cualquiera de los presidentes que han tenido la responsabilidad de explicar a los españoles que era para ellos España. Francisco lo explico muy bien, era una, era grande y era libre. La mentira se extendió hasta el escudo envolviendo el cuello del águila real que sustituyo a la corona, allí escribimos durante 40 horribles años aquellas tres palabras, que ahora han sido sustituidas por dos en latín Plus Ultra… más allá… que siguen sin explicar qué es España.

¿Cómo se construye un Estado-Nación a partir de retazos de reinos repletos de envidias, peleas y tragedias familiares resueltas a estacazos? ¿Qué logra que personas con distintos idiomas, tradiciones y maneras de ver el mundo puedan y quieran estar bajo un mismo modelo de gobierno y vida en común? Podríamos acudir a la economía, fue el modelo capitalista el que consiguió la anexión de muchos de los reinos que estaban produciendo por separado, o tal vez a la nueva clase emergente en el siglo XVII, la burguesía necesitaba territorios más extensos en los que poder hacer circular sus mercancías y ampliar sus capacidades sociales, lo que no solo era un proceso económico sino de búsqueda de sistemas de seguridad que garantizaran la expansión. También de un pensamiento liberal nacido de varios lugares pero sobre todo de aquellas maravillosas cortes de Cadiz… que tanto dieron que hablar.

A todo eso había que añadirle un cemento que lo solidificara y lo reuniera en torno a algo más, algo que hiciera que las viejas rencillas fueran desapareciendo, algo que lograra impulsar una mirada conjunta de futuro y no se dejara permear por los odios acumulados durante muchas y muchas batallas. La idea de un futuro común. Un futuro común necesita de un pasado entendido en común, respetado en común y explicado en común. Trabajar un patrimonio de forma común posiblemente nos prepare para intentar un futuro construido en común.

Eso y no otra cosa es la cultura. Contarnos todo aquello que nos ha hecho ser lo que somos, con sus patadas y sus mordiscos, pero que ha logrado que nos interese pensarnos juntos en lugar de pensarnos de nuevo a patadas y mordiscos. Esa es la argamasa que logra que la gente construya un Estado Nación. Sin esa argamasa Texas no tendría nada que ver con Nueva York, Río con Sao Paulo, o Beijing con Shangai. Lo sabemos y somos conscientes de que o nos contamos un pasado en el que a pesar de los pesares hemos aprendido cosas que nos sirven para un futuro compartido o no hay nada que hacer.

 El papel de la cultura en España parece ser justo el contrario. Contarnos y restregarnos por las narices todo aquello que nos duele. Que nos hace pupa. Que escuece. Sacar a relucir constantemente lo que nos humilla…yo pago los desayunos del otro… nos ridiculiza… tu museo no sirve de nada al lado del mío… nos separa … yo hablo una lengua que es la que tu tienes que hablar y por eso no voy a dejar que la hables en mi casa… lo que nos recuerda que ser diversos es un problema. Nunca hemos dejado de vivir en guerras civiles y nunca hemos dejado de trasmitirlas por donde hemos ido.

Ahora para seguir en esa tónica ponemos al frente de la inexistente cartera de cultura a un señor que además de un pasado turbio defiende un modelo de España que la mitad de los españoles no queremos. El toro es más que el símbolo de una España que nunca aprendió a dialogar con otra, el toro es el ejemplo de nuestra capacidad para hacer arte del dolor ajeno. Del no estar de acuerdo sacamos batallas, emprendemos luchas a las que unos acuden con espadas y a otros les toca embestir contra paños rojos detrás de los cuales no hay nada.

Los responsables de cultura de los gobiernos del PP no contentos con limar las defensas de sus víctimas, siguen defendiendo que la lucha con picadores, banderilleros y aceros templados es justa y equitativa, por eso suben IVAS y cierran salas que quiebran al no tener espectadores. Encarecen libros ya sean electrónicos o de papel, enturbian los accesos de los espectadores con toscas leyes de derecho de autor, ignoran las nuevas formas de crear y sacan de los procesos de educación el cine, el teatro, las bellas artes y todo lo que implique generar sensibilidades.

La cultura en España desde hace mucho (incluidos gobiernos del PSOE) ha adolecido de profesionales con sensibilidad, no para las artes, para la cultura, para generar argamasas de convivencia. Ministros con capacidad de escucha, de respeto, de inclusión social. Parece que solo importa tener un museo de El Prado sin presencia de culturas españolas. Un auditorio nacional sin presencia de las nacionalidades del Estado Nación que nunca hemos sabido tejer con ese hilo sutil que es el escuchar al otro.

Nos quejamos del auge de los nacionalismos, pero quitamos el ministerio de cultura, nos quejamos del auge de los separatistas, pero no les dejamos hablar en su idioma en nuestros espacios comunes, nos quejamos de que se quieran ir, pero nos burlamos de sus decisiones con nuestros nombramientos.

Los catalanes, los vascos, los gallegos… no son tontos y saben que expulsar un ministerio de cultura es abrir la puerta para hacer florecer las diferencias como campo de batallas. Las tres nacionalidades votan por partidos de derechas, igual que el que gobierna en el centro de España, saben que los problemas de corrupción de esos partidos son iguales a los que genera el partido del centro de España. Aun sabiendo todo eso una gran parte de ellos se quiere ir y en lugar de preguntar por qué, ponemos al frente de la cartera creada para escuchar y entender al otro a gente que no solo no tiene sensibilidad ni capacidad de entender, sino que es sorda de alma.

La cultura en España ha sido reducida a la pelea por un poco de dinero. Grandes edificios con grandes discursos hechos de ladrillos, no de palabras, no de modos de acercarse, sino de grandes paredes pensadas para separar, para que no miremos juntos formas de encuentro, sino para insultar y decir que ya no vamos a beber más cava catalán o que no vamos a financiar más desayunos andaluces.

Si entendiéramos de verdad el papel de la cultura en un estado plurinacional, el papel de un ministerio pensado para el encuentro y el diseño de políticas comunes de crecimiento, posiblemente los nacionalismos también pensarían en maneras de aprovechar sinergias.

Pero este discurso cae en saco no roto, destrozado, el último nombramiento así lo certifica.